JAÉN, CIUDAD IBÉRICA DE PUENTE TABLAS, BAÑOS ÁRABES Y CATEDRAL
Días 25 y 26 de MARZO de 2017

Salimos de Madrid hacia las ocho horas del sábado 25, llegando sobre la una al yacimiento ibérico de Puente Tablas, donde hicimos una visita guiada con don Arturo Ruíz, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Jaén, incluido a las excavaciones del yacimiento desde los años ochenta del siglo pasado. También nos acompaña nuestro presidente, el profesor Bendala.

El cerro donde se haya la ciudad fortificada de Puente Tablas estuvo ocupada desde el Bronce final, s. IX a.C. hasta el siglo III a.C. Posteriormente se ha documentado una ocupación islámica. El oppidum -ciudad fortificada- fue una ciudad ibérica de unas 6 Ha., de tipo medio, donde pudieron vivir unos 1.000 habitantes. Residencia del príncipe que tenía dominio sobre un territorio circundante, en el valle del río Guadalbullón. La población que vivía en el oppidum de Puente Tablas tenía unas relaciones clientelares con el príncipe, estando a su servicio, trabajando los campos, cuidando el ganado o incluso explotando las ricas minas de la zona. Nos dice el profesor Arturo Ruíz que esta relación no hay que entenderla como esclavitud, sino de servidumbre, en caso de guerra o conflictos con otros oppidos de la zona. Los habitantes servirían como soldados.

Desde el emplazamiento de Puente Tablas se domina visualmente una gran extensión de terreno; a 67 km. Hacia el sur se encuentra el cerro de Santa Catalina, en cuya ladera norte se asentaba la ciudad ibérica de Auringis, que durante la II guerra púnica, fue aliada de los romanos, mientras Puente Tablas lo fue de los cartagineses, lo que debió ocasionar su derrota y abandono

Lo primero que vemos son las fuertes murallas y los grandes bastiones. En el s.VII a.C. se construyó la primera muralla. En el siglo VI a.C. se reconstruye la muralla y crece en espesor. En el interior, que más tarde veremos, se han localizado hasta seis calles paralelas.

El siguiente punto que vemos con detenimiento es la Puerta del Sol, situada entre dos bastiones y orientada hacia oriente, como indica su nombre. Hacia el interior de la puerta hay una estela y un santuario. La estela tiene forma de betilo con ciertos rasgos antropomorfos, como las manos cruzadas en el regazo. Posiblemente representa una diosa de la fertilidad, cuya imagen es iluminada con la luz del amanecer del equinoccio de primavera, marcando una fecha importante del calendario anual. El santuario tiene una estructura aterrazada; por unos escalones se accede a un patio y luego a una capilla. En un nivel superior hay covachas excavadas en la roca, piletas y patios para el sacrificio de animales.

El tercer punto donde nos detenemos es una manzana de casas situada entre dos calles paralelas. Las hay de diversas superficies, alguna notablemente más grande que las otras. La distribución interior se divide en varios espacios, patio, zona de hogar y almacén. En otras casas hay ciertas variaciones.

El último lugar que visitamos es el llamado “palacio”, con una superficie de unos 400 m², lugar donde debió vivir el príncipe del oppidum de Puente Tablas. La construcción tiene varias fases, la primera del s. VI a.C., la siguiente de los siglos V-IV y la última del III a.C. Se trata de una gran edificación construida alrededor de un patio central enlosado y porticado en dos de sus lados. La zona norte tuvo dos alturas, siendo la zona residencial. En el lado oeste hay un gran almacén y al sur se sitúa una gran sala de banquetes, que forma el espacio público del edificio. Por último hay que destacar una zona sagrada dedicada a los antepasados; aquí se situaba un betilo, que iluminaba la luz del atardecer, en contraposición con el santuario de la Puerta del Sol, en que se celebraba la luz de la mañana.

Comimos en el hotel Condestable Iranzo, donde nos alojamos. Después de Comer nos dirigimos al Castillo de Santa Catalina, situado en el cerro del mismo nombre, en cuya ladera norte se asentaba la ciudad ibérica de Auringis. Tras la ocupación musulmana, en el s. VIII, en lo alto del cerro se construyó una alcazaba, transformada tras la conquista cristiana, en 1246, por Fernando III. Del llamado Alcázar Viejo no queda nada, pues quedó arrasado en 1965 al construir el Parador Nacional de Turismo. En la parte oriental del cerro se sitúa el Alcázar Nuevo, que ahora visitamos. Las últimas reformas de la fortaleza las realizó el alcaide D. Miguel Lucas de Iranzo en el s. XV, Condestable de Castilla, pero con la toma de Granada y la desaparición de la frontera con el reino Nazarí, comenzó el declive de la fortaleza, llegando casi a la ruina tras la guerra de la Independencia, cuando las tropas francesas abandonaron la fortaleza en 1812.

El Castillo de Santa Catalina se articula alrededor del patio de armas y se puede acceder a diversos espacios, como la impresionante Torre del Homenaje, residencia del alcaide, de 40 m. de altura. La Torre de las Damas controla la entrada principal del castillo. En el muro norte se sitúan dos torres albarranas, separadas de la muralla por arcos apuntados de ladrillo. En el extremo oriental de la fortaleza se haya la Torre de la Vela, que tiene planta pentagonal, integrando en su interior una torre musulmana del s. XI. En el patio de armas superior se han hallado los cimientos de una casa-palacio musulmana también del s. XI.

Al salir del castillo tomamos un camino que pasa bajo las dos torres albarranas comentadas anteriormente, que conducen a La Cruz, mandada colocar en el punto más alto de la ciudad por Fernando III, como símbolo de la conquista cristiana de Jaén. Es el único lugar del cerro desde donde se puede ver la Catedral, iluminada ahora con la hermosa luz del atardecer.

Regresamos al hotel donde nos reparten las habitaciones. A partir de ahora tenemos tiempo libre para visitar por nuestra cuenta los muchos lugares interesantes de la ciudad, como la iglesia de la Magdalena, templo gótico edificado sobre una mezquita, de la cual quedan el patio de abluciones y parte del alminar. En el patio se pueden ver columnas y epigrafías romanas. Frente al templo se encuentra el Raudal, un ninfeo de época romana; un nacimiento de agua que nace en el Cerro de Santa Catalina. Este lugar es el origen de la leyenda más famosa de Jaén: se cuenta que por el Raudal vivía un enorme lagarto que atemorizaba a los jienenses. Para matarlo, un pastor ideó una trampa: le ofreció un cordero con las tripas llenas de pólvora. Al comerlo reventó el lagarto. Cerca del Raudal hay una fuente con una escultura, en piedra, del famoso lagarto de Jaén. La iglesia de San Andrés está cerca, fue sinagoga. Estamos en la judería. Caminando por la calle de Martínez Molina nos dirigimos a la catedral, una hermosa obra renacentista del arquitecto Andrés de Vandelvira.

Frente al lado occidental de la catedral, entrando por la calle Francisco Martín Mora, hay una zona de estrechas calles donde se concentran bares y restaurantes donde poder tomar unas raciones y unos vinos. Hay que mencionar la taberna “El Gorrión”, fundada en 1888.

El domingo 26 visitamos el Museo de Jaén, situado frente al hotel. Guiados por la directora del museo y por el profesor Bendala vemos detenidamente los grupos escultóricos ibéricos de “El Pajarillo” y el de “Porcuna”. Los dos grupos escultóricos tienen en común que fueron destruidos intencionadamente y posteriormente ocultados en zanjas. Los fragmentos de El Pajarillo fueron encontrados en el término municipal de Huelma (Jaén), en un lugar que controlaba el paso entre el Alto Guadalquivir y el altiplano granadino (zona de Baza). Todo este territorio, en el valle del río Jandulilla, debió pertenecer al príncipe ibero de Iltiraka, un oppidum situado en Úbeda la Vieja.

El santuario de El Pajarillo estaba formado por un gran podio sobre el que se colocó el grupo escultórico que representa a un guerrero con falcata enfrentándose a un gran lobo, para salvar a un joven. La escena se rodea de animales fantásticos, de los que solo quedan algunos fragmentos. El héroe que lucha con el lobo debe ser la representación de un antepasado mítico o real emparentado con el príncipe de Iltiraka. Las esculturas se pueden fechar a inicios del s. IV a.C.

Grupo de Porcuna: es sin duda el mejor grupo escultórico ibérico aparecido hasta ahora, por la variedad de seres e imágenes esculpidas. Aparecieron también en la provincia de Jaén, en la necrópolis del oppidum de Obulco, donde aparecieron más de 1.400 fragmentos de esculturas fechables en el s. V a.C. Debió de formar un grupo, o más de uno, destinado a recordar a los antepasados del grupo familiar del príncipe de la ciudad de Obulco.

Nos explica el profesor Bendala los avances en la investigación sobre estas esculturas y su significado, desde que se descubrieron a finales de los años 70 del siglo pasado. El primer problema fue recomponer las esculturas. Actualmente en el museo se pueden ver cuatro grupos, más alguna figura y fragmentos de difícil ubicación. Los artistas pudieron pertenecer a algún taller itinerante, procedente de la zona griega, o de un artista ibero formado fuera de la Península Ibérica. Por su estilo se han asociado con las esculturas que decoraban el templo de Aphaia en Egina, Grecia. Hasta tres artistas distintos han detectado los investigadores en la elaboración de las esculturas.

El grupo más espectacular es el de la lucha de guerreros por parejas; posiblemente de carácter funerario en recuerdo del príncipe difunto. Hay que destacar el único grupo compuesto por tres figuras que se han encontrado en la plástica ibérica; un jinete aparece de pie junto a su caballo, alanceando a un guerrero caído.

Un segundo grupo lo componen tres altorrelieves que representan la educación del príncipe: figura de joven cazador con liebre y perros, cazador de perdices y escena de pugilato entre dos jóvenes.

El tercer grupo se ha asociado al origen del linaje y el nacimiento del príncipe. Aparecen: una sacerdotisa, una divinidad masculina con cápridos y un posible grupo familiar, formado por el príncipe y su madre.

Un último grupo, llamado el de la Griphomaquia, en que la escultura más destacada representa la lucha de un guerrero y un grifo. Pudiendo ser el guerrero el príncipe en edad adulta.

A continuación, la directora del Museo de Jaén nos guía por las diversas salas para mostrarnos las piezas más destacadas, como el grupo de esculturas de mármol de época romana encontradas en el Cortijo de los Robles, de Marroquíes Bajo, o el sarcófago paleocristiano de Martos.

La última visita que realizamos en Jaén es a los Baños Árabes. Situados en el sótano del Palacio de Villardompardo, situado en la judería. Es un edificio renacentista, s. XVI, que se articula alrededor de un patio porticado de dos alturas.

Los baños fueron descubiertos a principios del siglo XX, al realizar unas obras. Su construcción se remonta al s. XII, tras el califato de Córdoba. Don Fernando de Torres y Portugal, virrey del Perú, construyó un palacio en el siglo XVI sobre los baños -hamman-, con lo cual éstos quedaron ocultos. La disposición de los baños de Jaén sigue la tradición romana. El vestíbulo de ingreso da paso a la sala fría; la sala templada, la mayor de todas, tiene planta cuadrada y cúpula semiesférica, apoyada en ocho arcos de herradura. La sala caliente, de forma rectangular tiene bóveda de cañón, La iluminación de los baños se hace por unos lucernarios en forma de estrella que se abren en las bóvedas. Son los baños de mayor superficie, 450 metros cuadrados y mejor conservados de la época en la Península y norte de África.

El museo de los Baños tiene varias colecciones interesantes: la de artes y costumbres populares y el Museo Internacional de Arte Naif, donde podemos ver un cuadro pintado por nuestra compañera Raquel Castelo.

Terminada la visita comemos a las afueras de Jaén, al sur del Castillo de Santa Catalina en el restaurante “El Mirador” desde donde se tienen unas magníficas vistas de la ciudad de Jaén y su entorno. Después regresamos a Madrid.